Cuando nada parecía más importante que ganarle a Cuba

A propósito de un libro de Edgard Rodríguez Centeno

Pedro Selva /Cortesía La Prensa

En domingo mi abuelo me llevó al estadio Santa Julia a conocer a Pedro Selva. Yo nunca antes había visto un partido de beisbol de primera división, por tanto, ese día lo tengo subrayado.

El recuerdo es diáfano. Nada de entrar por la puerta principal del estadio, ahí donde iban pasando los que “tenían” más reales. Para nosotros fue rodear el viejo maderamen del palco, abrirnos paso por entre el tumulto de gente sudorosa, y ahí quedarnos todo el doble juego. Arrimaditos. Apretujados contra la malla de la línea de primera base, en “localidad de sol”, la más barata. Donde caía el solazo, pero no importaba: la panorámica era buena y podíamos ver a los jugadores de cerquita.  

En esa época el beisbol atiborraba mi universo de chavalo: la casa, el barrio, la calle, la escuela. Un espacio-tiempo de fantasías y ensoñaciones a ojo abierto. Y de perreras con bola de plástico.

Mi abuelo, un campesino curtido por el trabajo en la huerta, tenía por única diversión escuchar en su radio chiquito, los partidos de la liga Roberto Clemente, y todos los programas deportivos posibles. Y yo siempre pegado a sus pantalones, viéndolo hacia arriba.

Sucre, El Porteño, Proveedor, Araquistaín Wheelock, Rondón, Evelio. Altas voces, elegantes y ubicuas contando las proezas de individuos con nombres que sonaban a mito, pero también a humildad. Pomposos sustantivos de pueblo y tierra adentro: Calixto, Jarquín, Vicente, Herradora, Porfirio, Valeriano, Selva, Apolinar. Patronímicos recios y viriles que yo confundía con los personajes de mi libro de texto Cultura y Espíritu: Teseo y el Minotauro; Jasón, los Argonautas y el Vellocino de oro; Roldán y los Doce Pares de Francia; Ramsés y su imperio; Heródoto y sus viajes. De tal modo que, entre libro y beisbol, mi mente se encolochaba con jugadas de peloteros y aventuras de semidioses.

Y luego fue tiempo de guerras, murió mi abuelo y la vida se hizo distinta.

¿A qué vienen estos recuerdos?

Edgard Rodríguez Centeno

La culpa es de Edgard Rodríguez y su libro de perfiles con los peloteros más destacados del beisbol nicaragüense. «Zona de Strikes, el beisbol de ayer (Managua 2021, 1era edición)».

Retazos de una belle époque en la que bastaba un triunfo del equipo predilecto o de la selección nacional para ser feliz. Unos años en que nada parecía más importante que ganarle a Cuba. Una belle époque en que la televisión no hacía falta. La locución precisa de cada strike, cada bola, cada lanzamiento, cada batazo, era suficiente.

Qué ganas de desembuchar la tontería esa de que antes todo fue más bonito, mejor. Pero no. Me aguanto. Me aguanto porque ese tiempo en que tuvimos el beisbol como única distracción quizá fue el mejor por la inocencia y la alegría, pero también el peor porque pronto se nos jodió todo. Qué elegante sería que nuestras desavenencias fueran nada más por asuntos de deporte. Ahorraríamos sangre y llanto.

Pero volvamos a Edgard Rodríguez Centeno, quien más que cronista deportivo, es el escritor pudoroso que con calma y cuidado va más allá de la crónica escueta; y que para ganancia de sus lectores, simplemente narra sin aspavientos ni presunciones. En cada perfil, hay curiosidades, datos, noticias, anécdotas divertidas. Lectura amena. Pero aparte de su prosa limpia, el mayor mérito de este libro tal vez sea punzar, espolear la memoria. Y eso, cuando los años se va amontonando sin compasión, se estima sin remedio.

Para efectos prácticos de los amantes del juego, este libro es una ineludible herramienta de consulta, pues Edgard, fiel a su oficio periodístico, acude a las estadísticas en todo momento. Sin embargo, para otros, este trabajo quizá sea un pincho a la nostalgia.

Para terminar, me voy a permitir la licencia absurda de figurarme a Edgard en plena soledad de pandemia, escribiendo Zona de Strikes, el beisbol de ayer en pantalón chingo, el mismo de los años pueriles de su Condega de arcilla.

2 comentarios en “Cuando nada parecía más importante que ganarle a Cuba

  1. Ese nombre, Holbein Sandino, vagamente lo recuerdo de esa época, en algún momento interactuó con Sucre Frech en su programa mañanero, y en al menos una ocasión conversamos en el Santa Julia, ambos eramos adolescentes y recuerdo, quien llevaba ese nombre era una enciclopedia deportiva, deporte nacional, pero resaltaba más su conocimiento de grandes ligas. Eran tiempos cuando Albert Williams jugaba para los Twins.

    Me gusta

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s