Lectura de un domingo de noviembre

Hace ya un tiempo que a través de las escalas de Sensini y la novela Los Detectives Salvajes abordé el trasatlántico Roberto Bolaño. El primero me pareció un cuento perfecto, y de Los Detectives, por ahora tengo el recuerdo de un libro complejo de más de quinientas páginas con las aventuras de unos poetas que siguen la huella de cierta escritora desaparecida: toda una parafernalia escritural de personajes extravagantes y referencias extraordinarias, a ratos con su respectiva dosis de tedio.
En tanto, un domingo reciente, y mientras rebuscaba opiniones sobre la concesión del Nóbel a Abdulrazak Gurnah, descubrí el canal de YouTube del madrileño David Pérez Vega; un barbudo profesor de lengua y literatura que, de modo distendido y sin pretensiones, reseña libros y autores. Y ahí me quedé. Viéndolo por un rato. Un buen rato de más de una hora que terminó cuando una de sus reseñas, una en donde bien valora la obra de Roberto Bolaño, me hizo caer en la cuenta sobre una lectura pospuesta desde hacía tiempo: la novela Estrella distante (Barcelona, Anagrama, 1996).
Tras darle el respectivo me gusta al video, me puse a buscar la novela del chileno entre el cúmulo de libros desplazados: estaba convencido que por ahí estaba confundido. Ya una vez encontré el tomo, y contrario a lo ocurrido con Los Detectives salvajes, me lo despaché en dos sesiones rápidas separadas tan solo por una pausa para dar cuenta de un nacatamal dominguero.
El protagonista bueno es el narrador-personaje Arturo B. quien se vale del propio Bolaño como un supuesto colaborador-escribano. Y un poeta trivial, un tal Alberto Ruiz-Tagle/Carlos Wieder/Jules Defoe, es el antagonista perverso que va liquidando gemelas e inventándose heterónimos para evadir el pasado.

Bolaño narra con prosa rápida y plagada de erudición literaria y cultural, hechos que arrancan en 1971 poco antes del golpe de estado en Chile.
Antes de ser el aviador militar que va desplegando poemas de humo por los cielos de Concepción y Santiago, Carlos Wieder es condiscípulo de Arturo B. y su amigo Bibiano O’Ryan en el taller de poesía de Juan Stein. Y es también la antítesis del poeta latinoamericano promedio: guapo, elegante en el vestir, distante en el trato con sus condiscípulos; además de preferido por las solicitadas gemelas Garmendia, y por tanto envidiado por todos. Pero luego cuando todo se desmadra con el golpe de Pinochet, el personaje hace un giro demoníaco y se convierte en un esbirro, un paramilitar asesino y delator al servicio de la dictadura.
La novela es un vector que se dibuja hacia adelante y nunca para. A los no iniciados es preciso advertir que, pese a los párrafos extensos y pródigos, la disposición equilibrada de oraciones largas, medianas, cortas y subordinadas, hacen que, en cierta manera, la lectura sea digerible y amena. Eso sí, es recomendable ir con atención: lo subliminal e irónico de su estilo lo merece. Por lo demás, es saludable prepararse para la plétora de referencias bibliográficas, históricas, geográficas y biográficas (es Bolaño por supuesto). Y las evocaciones de una suma ingente de revistas y publicaciones literarias váyase a saber si reales o inventadas. Algunas de estas referencias son reconocibles, sobre todo las que atañen al paisito de marras nuestro. Por ejemplo, el relato del personaje de Juan Stein luchando con los sandinistas en el Frente Sur en la guerra del 79; y las referencias a Ernesto Cardenal cuando el narrador atestigua que Juan Stein es influido por su poesía y la de Nicanor Parra.
Wieder es el quimérico poeta de ultraderechas, pretencioso y egocéntrico que asegura que «en las guerras internas los prisioneros son un estorbo»; y que va divulgando entre sus cortesanas que va a «hacer una poesía» que revolucionará la escena literaria chilena. Pero nada de eso pasa porque tras entreverar su condición criminal en la extraordinaria escena de las fotografías escabrosas, luego se pierde por el mundo.
En la última parte de la novela se da la búsqueda de Carlos Wieder por parte Abel Romero, un inspector de policía del tiempo de Allende, quien, retirado, venido a menos, y contratado por no se sabe quién, va tras sus pasos con ahínco javertiano.
Es de notar como Bolaño desarrolla historias apéndice de un modo magnífico: las correrías de Juan Stein en Nicaragua y El Salvador, y la vida estrambótica del sin-brazos Lorenzo; el artista y bailarín homosexual que muere de sida.
Estrella distante, anterior a Los Detectives Salvajes, es una excelente lectura para distanciarse de cualquier cosa un domingo de noviembre de 2021.