
«Te vi, juntabas margaritas del mantel
ya sé que te traté bastante mal
no se si eras un ángel o un rubí
o simplemente te vi». Fito Páez
Cuando escuchó por primera vez Un vestido y un amor caminaban a paso moderado y en total silencio. Los dos vista al frente, ignorándose. Como si lo transcendental de la caminata solo fuera evitar chocar con algún despistado.
Se habían citado en la cafetería de siempre y les fue mal. Qué desperdicio. Una oportunidad reducida al tiempo que tardaron en tomarse los cafés. Cuando él se atrevió a tocar el asunto, ella se fastidió: «Mejor dejémoslo estar, vos. Ya es tarde. Y me va a dejar el bus». El bollo de elote, el habitual, el de costumbre, quedó intacto.
Y avanzando en silencio llegaron al portal desde donde salía una voz de contralto acaballada sobre los acordes de un piano destemplado, un piano que a él le pareció un viejo Steinway:
Te vi, juntabas margaritas del mantel. . .
Él no lo supo entonces, pero aquella melodía iba a quedar incrustada en el software de su memoria con impunidad troyana, esperando el momento oportuno para hackearlo, para joderlo.
Y los años pasaron y pasaron hasta que una noche escuchó las estrofas en el canal HBO en la voz sostenida de un Caetano Veloso en sepia. Un Caetano con coleta y orquesta de cuerdas. Por supuesto que se acordó de ella. De aquella mujer que le hizo pedir el bollo de elote solamente para dejarlo entero. Cómo no acordarse. Claro que la imaginó. Sin embargo, pasado una saudade repentina, solo quedó en su cabeza dándole y dándole vueltas la hermosa melodía.
Lo relatado hasta aquí es parte de la historia de amor de un hombre con una canción. Una canción archi famosa y no por eso menos apreciable.
Ese hombre, que podría ser yo mismo pero que en realidad fue un amigo muy querido, con los años se mudó a un pueblo remoto en donde poco se sabía del mundo más allá de las montañas que lo circundaban. Eran los noventa y aunque recién habían instalado la televisión por cable, aún no existía internet y menos Wikipedia. Así que debió tragarse la curiosidad por saber los pormenores: compositor, versiones, tonalidad y otros datos como el año de publicación de álbum. Esas cosas que solo interesan a los melómanos maniáticos.
Luego una vez se hizo la internet supo que la había escrito Fito Páez, y que se había publicado en el álbum El amor después del amor en el año de 1992. Y ahí mismo, en el ciber en donde averiguaba el pedigrí del tema, en Wikipedia por supuesto, le pidió al chavalo encargado que le descargara la versión de Caetano para escucharla en su teléfono Sonny Ericson. Y también la de Fito, pero esa en vivo, le dijo.
Un vestido y un amor, según el propio Páez, nació de un tirón después de una noche de farra junto a Charly García. Una ocasión terrible en que su novia Cecilia Roth al verlo llegar desbaratado le dijo: «Mirá, en este momento te retirás de mi vida y de mi casa».
Cuenta Fito en un vídeo de YouTube que estando él a punto de dar la media vuelta, su novia cometió el error de meterse al baño y tardar más de una hora. Tiempo suficiente para que el músico, aun con la tremenda juma encima, inventara la semejante música y letra.
Cuando Cecilia por fin salió del baño, él le propuso una tregua:
«Mirá, escuchá, te hice esta canción, si te gusta me quedo».
Y se quedó por diez años más.
Un vestido y un amor habla del tiempo en que Fito Páez conoció a la actriz; de cuando ella se exhibía con un vestido hermoso y un amor, pues aún estaba casada; y de los encabes como ese de perdérsele toda una noche en bacanal. Aunque en la canción le aclara que si se le pierde, pues es por. . . solo un rato no más.
A nosotros nos resta ir por una cerveza y escuchar a Fito. Salud pues.